Poema del vil

SE ADUEÑARON del enigma
las palabras, no por necesidad,
por amargura.
Borró el sol de sus ojeras
la risa y el escarnio,
quiso endiosarse
y fue la boca que niega su deseo.
De nuevo las palabras brotaron
en la noche,
como el humo aborrecible
y sudado de los cuerpos.
— Toma mis manos,
escríbelo con ellas.
La mansedumbre existe,
y las monedas turbias,
y los bares solos.

Entrevista en La Crítica de León

La crítica de León portada 2

Uno escribe poesía porque es la manera más extraña de (des) entenderse para seguir estando vivo.

El arte de la poesía, de la literatura que tanto une a los seres humanos más allá de sus personales circunstancias, que permite en su esencia la cercanía entre autor y lector, nos faculta hoy, prescindiendo la presencia física, a entrevistar a Luis Miguel Rabanal, autor leones afincado en Asturias, y creador de Olleir, uno de los muchos territorios poéticos en que se desenvuelve su obra y que a tantos nos ha acercado a su referente físico geográfico.

¿Desde la distancia, a qué cree que se debe esta efervescencia literaria, poética, que actualmente se da en León?

-La ciudad de León, si la memoria no me falla, ya gozaba de una vida literaria más que estupenda a mediados de los años 70 y hasta 1979, que es cuando yo viví, escribí, trabajé y demás asuntos por allí. Ha pasado el tiempo y compruebo que aquella actividad no ha mermado, solo que algunos de los mayores se han tenido que marchar y han llegado otros con diversas maneras de enfrentarse al hecho creativo, a su exposición y representación ante el posible público interesado. Leteo, Vinalia, Dolores de poesía en los bares, Ágora, Pasquines… Y una lástima aquel viejo proyecto, abortado por el PP, de “León, ciudad literaria”.

¿Cuándo comenzó a escribir?

-Fue en el instituto Padre Isla, en clase de COU, justo ahora hace algo más de cuarenta años. Por aquel entonces lo mío era el fútbol, entrenar y jugar y entrenar, pero un buen día tomé la libreta de anillas y, ay madre, lo que vino a continuación. En realidad todo se trataba de algún tipo de emulación. Mi compañero Miguel Ángel Llamazares, si no recuerdo mal su nombre y apellido, escribía unos poemas de amor la mar de entretenidos. Por qué no probar yo, me dije.

¿Cuál fue su primer obra?, ¿cuál su última?

-Un libro amarillo e infumable titulado “Variaciones. Total S. E. u O.”. Edición de autor —una y no más—, se imprimió horriblemente, aunque supongo que no fue culpa de nadie sino mía, en la Imprenta Casado. Aquello sucedió en el verano de 1977. “Tres inhalaciones”, mi último libro, salió en la editorial Amargord, inaugurando nueva colección, el año pasado. No obstante, unos meses atrás se publica en Renacimiento “Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014-1977)”, con frontispicio de Antonio Gamoneda, prólogo de Tomás Sánchez Santiago y epílogo de MJ Romero, que abarca los dos libros anteriormente citados y el resto de libros y cuadernos aparecidos en ese largo-largo período temporal.

¿Qué siente con respecto al conjunto de su obra?

-Buena pregunta. En un principio apuntaría el pudor, el inmenso pudor. Con esa cantidad de libros amalgamados ahí, en un volumen, el gordito azul ese, uno siente algo similar a la vergüenza: aquel título de poema, este verso, aquella imagen, señor, señor, cuántas, cuántas tonterías. Luego uno, más pausadamente, recapacita y hasta se alegra, no sé de qué, pero se alegra.

¿Tiene nombre el paraíso?, ¿y el infierno?

-Olleir, naturalmente, es mi “paraíso” inalcanzable, pues los paraísos cercanos, los que se consiguen tocar y hollar asiduamente, no son tales sino mera certidumbre pegajosa, y no es por envidia. Respecto al infierno no dispongo en este preciso instante de demasiados datos para nombrar lo estúpido o lo ajeno de esa religión tan extraña para mí. Bien, el verdadero infierno asumo que incluso podría llevar conviviendo con él unos dieciocho años aproximadamente. Y tan campantes.

¿La Poesía es goce, dolor o resistencia?

-La poesía es celebración pero también pudiera ser el mayor acto de cobardía que se conoce: escribir para que el poderoso se jacte de ello, de la enormidad y belleza de su poder. No tengo muy claro las utilidades, al día de hoy, de la poesía. Sí recuerdo cómo se generaba el acto creativo antaño, cuando empezaba a dar los primeros pasos en aquel mundo de escribir renglones como versos, o cuando ya había publicado los primeros libros y seguía sin ningún tipo de certezas. Claro que la poesía es goce, maravilla, desposesión, pasmo. Por otro lado, del dolor no es posible entresacar más que miserias y miserias, el lugar común de la intemperie. Pero sí, el poema, en según qué coyunturas, es lúcido y nos consuela con su inmediata determinación.

¿Una recomendación a los jóvenes escritores?

-Qué otra recomendación hacerles sino que lean, lean y lean. Y que escriban hasta la extenuación, o casi. Tiempo habrá más adelante para exacerbar su capacidad de sonrojo y tomar medidas oportunas al respecto. Creo que era San Cosme, o si no sería San Damián, supongo, quien aseveraba que la virtud no tiene razón de ser cuando no la meneamos lo suficiente por ahí. Pues eso, de menearla se trata, de escribir como si fuese el último borrador. De clavar en el poema el corazón de quien más se reconoce en lo distinto.

Sus poemas son borbotones de vida vivida, deseada, anhelada. Dada su circunstancia personal, ¿cómo es su conexión con el mundo? ¿cómo su mirada?

-Lo malo, o no tan malo, de llevar tantos años escribiendo y borrando y volviendo a escribir es que ya estás acostumbrado a manejar el interruptor de la escritura y de la rabia. Has sabido diferenciar la experiencia personal del personaje soso que creas a diario para engañar tu incapacidad para el ocultamiento. En cuanto a mi conexión con el mundo, creo haberlo dejado escrito en alguna otra ocasión, es esta pantalla a la que ahora mismo estoy dictando palabras y toses y palabras mientras Musina me mira desde la CPU, no sé si medio sorprendida o mondándose de risa. Internet, Facebook, el blogín Más palabras para olvidar, así vamos tirando.

¿De verdad “Este cuento se ha acabado”?

-“Ese” cuento por supuesto que se ha acabado. Concluyó una época amplia de escritura y de publicaciones, publicaciones por lo demás inencontrables. Hubo un cansancio y un momento de decir basta, o hasta luego. No intervine yo solo en ese apaciguamiento, que conste. ¿Que si vendrán más libros? Me imagino que sí, pero a saber.

Por último, ¿nos regala una metáfora?

-Matar el tiempo matar el tiempo matar el tiempo matar el tiempo.
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LA CRÍTICA DE LEÓN, n.º 2, enero de 2016, León. En la sección Escritores de León fuera del circuito… oficial. También en EL PERIÓDICO DE CASTILLA Y LEÓN.
En digital aquí:
http://www.lacriticadeleon.com/noticia/484/cultura/escritores-de-leon-fuera-del-circuito…-oficial-2.html
http://elperiodicodecastillayleon.com/noticia/2016-01-08-luis-miguel-rabanal-uno-escribe-poesia-porque-es-manera-mas-extrana-des-entenderse-seguir-estando-vivo-319

Poema colorado

SE SENTARÁ en las rodillas
descarnadas del tiempo a ver pasar
los barcos que navegan a oscuras
y se pierden allí donde tú esperas
discernir lo azul de lo admisible.
Ha tardado tanto en venir a recuperar
la zafiedad que no perdona ser por otro
usada, si no fuera entonces, la casa
vieja que medró y se destruyó contigo,
la escalera rota y la llovizna
divagando la fiesta a goterones.
Pero claro que tenías razón.
Querría embrutecerse con quien
le negaba la desnudez, el júbilo.

Hay un verano que buscar…

Hay un verano que buscar
en los momentos de mayor lucidez,
cuando algo termina.
Así los días que el amor incumple
a rajatabla.
Se viste con despojos,
es feliz a su manera tan triste,
se posa en su boca como una avalancha
que destruirá una noche,
si se atreve.
A partir de ahora el poema
abreva de su aliento,
arranca su corazón hasta agotarlo.
Nada es preciso,
hasta que alguien sin querer lo colme.

Un poema casi enrevesado

HAY MÁS SABIDURÍA en el oficio
de embalsamador, sumido en sus jugos
y en los hilos oxidados de la muerte,
que en tu voracidad por lo inmóvil
y lo adverso.

Acaso nos invade una vez el exantema
del orgullo, besos clavados al dorso
de la furia, se postra
ante nosotros y es cómitre sin ti.
Sucede en el precario objeto
que nos alcanza la belleza,
nuestro corazón tuvo la culpa.

Yo soy el espectador que se levanta
después de haberme visto morir
a manos de Dolly Haze, la breve,
un día sin prisas, sin rencores.

Poema atolondrado

ADIVINA QUIÉN se acordará de ti
en el estruendo, le dice tenuemente.
Quién se enojará contigo
cuando sufres y el sudor
es muy breve y es pasto de tapires.
También es útil recrear
aquello que bastaba en tu ternura,
sus caderas apuntando
al norte despoblado de la vida,
labios estirándose hasta un lugar
inconcebible, maravilloso, verde.
Quién se acordará de ti
en la desposesión, dice, como un rito
que tropieza en tu cuerpo
y lo mutila.

Poema del aparecido

Después qué importa.
Me vestirán de nuevo con el traje
de la risa que se lo llevaba el humo,
habrá rostros contritos
y algún cigarro sin terminar
bajo mis pies helados.
Lo mismo que la vida.
Me derramarán palabras sin sentido
y allí todo habrá acabado.
Nunca más los colores
que uno no se acostumbra a perder
en los ojos de las otras,
lo mismo que la vida.
Si acaso, un niño ya mayor
un poco llorará sobre mi frente
y ya nadie diga nada.
Un avión de juguete, un barco.
Y una bolsa con cenizas.

Nada ha cambiado desde el último día…

Nada ha cambiado desde el último día.

Nadie está conmigo, solamente el ruido del mar que
tampoco es el ruido del mar que conozco sino el de
otra quietud que embrutece escribir.
Nada sabe mi lengua de tu lengua y sin embargo hubo
alguna vez un deleite estremecedor y austero que ya
no recuerdo.

La casa se asombra entre las llamas y nadie está
conmigo, por casualidad arden mis ojos y llueve mucho
afuera y nada puede ser si tú previamente no lo
invocas.

Nada ha cambiado en aquel cuerpo que no me atañe y
requiere de una bondad similar a la tuya.

Parece embuste esta compasión.

Llegan de muy lejos los pájaros…

Veinticinco años de

PLAF EN LA COCINA

Claro que te vi con los enormes ojos de la noche
saber la saliva perfecta de los cuerpos,
esa certidumbre
del que vuelve a llorar las horas muertas,
y después el amor no tiene nombre,

sólo un principio que besa en tus labios los días
sin temor a nadie, como la flor que el deseo
reseca en nuestra boca
porque hace tiempo que nos ama.

Alguna vez nos faltará la sombra que alumbra
en tus brazos como promesa fiel,
y yo estaré contigo.

De «La última vez», Ajimez libros, Gijón 2000.

De la conciencia ridícula

X

Quien viene a verme ahora
trae regalos
con que alegrar el corazón,
mide con parsimonia
las ruedas de mi silla
y declara lo atroz del sufrimiento.
Se contrae su rostro
como una afrenta que olvidar
uno de estos días.
Se marcha muy apesadumbrado
a buscar el oscuro límite frío de la calle.
Me hubiera apetecido retenerlo,
y ofrecerle mi dolor
a cambio de su asombro.

Pero se fue corriendo.

Poema del peripatético

SU PROPIA SOLEDAD era el horror.
Se entrometía en los sermones
como un ladrón de trapo que revuelve
en lo que fue sólo la intriga y el cierzo
que lo helaba.
Malditos agoreros de su edad.
Nos debía casi la vida y lo vemos hoy
pasear la vejez de su mano,
el niño y su mortaja.
El poema vino después, cuando ocurre
el desastre de no pertenecer
a lugar alguno,
como los vencejos de abril.
Cayó del aire y respiraba todavía,
se lo llevaron a un sitio lúgubre
que llaman Las Casetas.
O no recuerdo bien.