Matar el tiempo y Diego Medrano

 

LAS BOFETADAS DEL FRÍO / Diego Medrano

Luis Miguel Rabanal (León, 1957) es un orfebre de la palabra, su poesía completa o reunida bajo el título «Este cuento se ha acabado» (Renacimiento) generó hordas de perseguidores y fanáticos. Sus libros de relatos hablan frecuentemente de la crueldad callada femenina («Elogio del proxeneta», «La verdadera historia de Montserrat C.» en un duelo con el sexo opuesto siempre enriquecedor, otro, embriagante. Su tetraplejia por culpa de un accidente doméstico (mucho ha buscado el recurso legal para una muerte digna) no ha frenado una obra literaria al límite, fecunda, brillante, acostumbrada a la alucinación simple y con la luz de vela de lo confesional, ajena al pudor, casi arañazo o susto convulso. Avilés y su territorio desde hace años, tuvo su homenaje por parte de los jóvenes poetas del Club Leteo de León y es voz nueva, clásica, espectral, honda.

El libro que ahora presenta tiene aires de poemas en prosa muy a su aire, presididos por la brevedad y las luces largas de todo mundo oscuro: «Matar el tiempo» (Trea). El libro tiene un entero sabor a frío y frases como puñales, generalmente como introductorias al convite: «Me sabe la saliva a fuego y no son las cuatro», «Su cuerpo asustado y mi cuerpo asustado», «Soy quien no ha llegado aún», «Mi carne no es la carne que aguardabas», «Vas a saber quién soy yo», etc. El libro se inicia con dos aperturas significativas: «La vida transcurre en el ojo gigante del límite» (MJ Romero), «En el frío que lápida los armarios,/ el hielo que ocupa el espacio entre los huesos» (Ana Martínez Castillo). La crueldad, como a Rimbaud, rejuvenece al poeta: poesía de salir de uno mismo y no acobardarse, poesía de conflicto con el otro y no resolver el propio, monstruario donde la prisión es vida y todo se perpetúa en un extraño sudor a adolescencia. Hay versos donde el tiempo se paraliza y los relojes lloran: «A saber quién es el que me observa y descubre mis piernas cortadas con repulsión, con exagerada ternura». La piedad elidida es otra brújula.

Rabanal es un poeta sin artificios: el lenguaje es directo, no se perdona y en cada línea se la juega. Versos abismados, versos sencillos, donde muerte y frío abren camino, marcan rumbo, hay una extraña música a armonía o conciliación: «Llegan de muy lejos los pájaros». Abundan las reflexiones metaliterarias, forzar un lenguaje, llevar al extremo la lengua: «No veo las palabras, no quiero verlas porque me asusta su sinsentido, su vulgaridad o su asombro». Por último, poesía de la memoria y poesía en llamas, de la soledad y despedida, del duelo y el paso del tiempo. En los momentos cumbre, el sexo como cresta de horizonte donde la vida entera se aplaza para ser solo momento exprimido, jugo de presente: «Ven a mis labios para desaparecer conmigo./ Se pacta el secreto en esta habitación lúgubre, te besaría mucho y no encuentro el lugar para hacerlo». La carne habitada de paciencia; el frío de boca a boca ajeno a cualquier horma: «Ella entreabría su sexo con sonrojo, no fuera que las mariposas tuvieran prisa por ser desconcertadas, mientras tú proseguías con tu faena absoluta./ El amor te aferraba las rodillas y abrasaban sus senos».

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En su columna «Libertad vigilada» de los diarios EL COMERCIO de Gijón y LA VOZ DE AVILÉS, del 19 de marzo de 2018.

 

— Cortesía de Diego Medrano.
— Cortesía de Diego Medrano.

Los poemas de Horacio E. Cluck en Filandón

 

El viaje hacia uno mismo no termina nunca / JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ

 

Este cuento se ha acabado fue el título que Luis Miguel Rabanal eligió para el conjunto de su poesía en 2015. En mi reseña indicaba que habría cuento mientras hubiera poeta. Y así ha sido, como lo confirma su nuevo libro, Los poemas de Horacio E. Cluck, trasunto de Rabanal, su otro yo, uno de Los constructores de palabras, como se titula la primera parte de las cinco de que consta el poemario. Al parecer del prologuista, Andrés González, que ha escrito una excelente introducción, en los libros de Rabanal hay siempre «un relato subrepticio», que en este caso es quebrado y fractal, como él dice. Los poemas aludirían a la infancia y los comienzos literarios, recorriendo en las partes sucesivas el descubrimiento carnal y los primeros conflictos vitales para desembocar en «el viaje a ninguna parte», al territorio perdido de Olleir. Sea tal el relato, lo cierto es que Rabanal evita el marchamo realista en favor de lo imaginario, lo borrosamente recordado y brumosamente reconstruido. Sí, a mi parecer, los poemas primeros son un ejercicio de memoria -como lo son todos los del poemario-, el ejercicio de un yo que evoca los otros yos del pasado desde una inmensa sensación de soledad y fiando al poema, si no el consuelo, sí el vertido fragmentario del recuerdo.

Por lo demás, se trata de un poemario de cuidada construcción: las partes impares, que son tres, constan cada una de doce poemas en verso; las impares, alternado, se componen de diez poemas en prosa cada una. Estas llevan el mismo título, «Desnudos», sin duda porque los cuerpos son los protagonistas, y el deseo, la pasión, la carne y el sexo, cantado más bien como algo tormentoso. Lo más llamativo acaso sea la fluencia en libertad de las frases, como movidas por un cierto irracionalismo. En las otras partes en verso la memoria sigue hozando en el pasado. En la parte tercera dos ideas me llaman la atención: la de que nada es lo que parece, de que la vida es engañosa (de ahí que se hable de máscaras, disfraces y simulacros) y la de la extrañeza consiguiente, sea del sujeto, sea de la vida. La parte última incide en un territorio bien conocido, el de Olleir, el de la infancia perdida, y la posibilidad del retorno o del viaje que se resuelve al fin en el viaje hacia uno mismo, que incluye el viaje continuo hacia el amor: «De todas las ciudades que creí ver / …solo en tu cuerpo encontré las calles perdidas / y el licor necesario».

 

«Los poemas de Horacio E. Cluck» — Huerga y Fierro * La rama dorada — Madrid, 2017.

 

DIARIO DE LEÓN, en el suplemento FILANDÓN, domingo 16 de julio de 2017.
También aquí: http://www.diariodeleon.es/noticias/filandon/viaje-uno-mismo-no-termina-nunca_1174726.html

En «El territorio del nómada»

El rebelde postrado / ERNESTO ESCAPA

POR RAZONES DE VECINDAD, HE SEGUIDO LA POESÍA DE LUIS MIGUEL RABANAL (RIELLO, 1957), QUE MAÑANA ALCANZA LOS 60, DESDE SU ESTRENO, CUANDO ERA UN ALIPENDE RUBIO ASIDUO DE LAS VERBENAS VERANIEGAS, QUE RONDABA RISUEÑO LOS DOMINGOS POR EL BAILE EN LA MAGDALENA.

Luego, conocidos los graves y sucesivos quebrantos de salud del poeta, he mantenido mi fidelidad al caudal de versos de sus libros, que con frecuencia desnudan, en el tumulto de su prosodia desbocada, referencias evocadoras de los tiempos juveniles compartidos, en que ambos pelábamos la pava por las eras festivas del contorno. Imposible no incurrir en nostalgia cuando el poeta rescata la liturgia gangosa y machacona de «la tómbola de Juan Pijón», en Camineros, jícaras, verdugos (2008). Antes de las sucesivas catástrofes, pero cuando ya el alipende Rabanal mostraba los primeros síntomas de dolencias, me acerqué a Riello con el recado contractual para la edición de su libro La memoria buscando sus disfraces (1986), un poemario poseído por la inminencia del anegamiento de Omaña: «En el fondo gigante de las lluvias / permanece la edad, el canto quejumbre de los carros / … en la espuma agonizan los niños como un sueño / que comienza a mancar los tejados, / los senderos, las eras».

PRIMEROS PREMIOS

Aquella Navidad yo bajaba de buscar sin fortuna a Luis Federico Martínez en La Robla, para que firmara el contrato de Tixtos de Melibea (1986), otro libro de la entonces incipiente colección Barrio de Maravillas, y la cuchipanda nebulosa del roblano, de cuyas derivas me informó resignada su madre, no me permitieron atisbar los presagios que acechaban a Luismi, entonces muy torturado por el embalse de aguas grises atestadas de lucios venenosos que amenazaba sus paisajes omañeses. Luis Miguel Rabanal ya había publicado seis libros, el más reciente de los cuales (Palabras para Obdulia) reiteraba su condición de finalista del premio Provincia de León, como ya fuera Cuaderno de junio dos años antes. Sin embargo, este primer grupo de poemarios cosecha por el tercero (Labios de la locura, 1983) el premio Ana de Valle (1900-1984), la poeta avilesina exiliada del 27, que después de la muerte de Franco volvió a su ciudad para ocultarse detrás del mostrador de un negocio de encuadernación. A Barrio de Maravillas lo acerca Gamoneda, que supo apreciar desde el principio la libre circulación de sus versos caudalosos. Después de estos primeros libros, tejidos en torno al amor y los paisajes olleirenses (Olleir / Riello) de su Omaña, amplía el abanico temático hasta alcanzar la profundidad resuelta, rabiosa y recalcitrante de Cáncer de invierno (Premio Provincia de León 1998). Entre medias, obtuvo el machadiano premio Leonor de Soria en 1989, y el gijonés Cálamo de poesía erótica en 1993, donde se muestra como «el navegante hermoso y rubio de la infancia» que tiene bajo su cuerpo «una estación distinta a aquel verano definitivamente roto por la lluvia». Cáncer de invierno es un libro sembrado de presagios de las peores vicisitudes. «Fui de súbito alguien que responde a las preguntas más brutales / con el recuerdo de los días dulces, esos que acontecen / lo mismo que un fulgor nos quemará en la boca». También: «Me debo a aquel que se me parece mucho / y escribe sin pausas el maleficio inocuo, / detrás de mí, dictándome su exasperación / de condenado».

SECUENCIA DE PRECIPICIOS

Pero el proceso no sólo no se alivia, sino que recrudece su lima hasta límites difícilmente imaginables. El dolor, la memoria inclemente de las pérdidas y la vecindad de la muerte agitan la cadencia de los versos reunidos en La última vez (2000) y La casa vieja (2002), que suceden al accidente doméstico de 1997 que lo dejó tetrapléjico y postrado en silla de ruedas. Mas como la fatalidad nos enseña que siempre todo puede empeorar, en 2003, una salmonelosis paralizó su cuerpo, recluyendo al poeta en su casa de Avilés, donde escribe con un programa de reconocimiento de voz en cuyo manejo le asiste su mujer María Jesús Romero, compañera juvenil de verbenas y paseos por el camino de Ceide.

Los libros sucesivos (Bocados de rosa, 2004; Camineros, jícaras, verdugos, 2008; Mortajas, 2009; Fantasía del cuerpo postrado, 2010; Lugares, 2011; Música para torpes, 2012; A la que falta, 2013; y Tres inhalaciones, 2014) prosiguen la sustanciosa «cantinela del insomne» que agrupa un libro canónico: Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014-1977, impulsado por sus fieles Gamoneda, Alberto Torices y Rafael Saravia, en edición de Renacimiento con frontispicio de Gamoneda, prólogo de Tomás Sánchez Santiago y epílogo de María Jesús Romero. Más de setecientas páginas de versos irreemplazables para celebrar los cuarenta años con la poesía de Luis Miguel Rabanal, que mañana alcanza postrado pero vivaz la sesentena de su edad. Una collada desde la que concluye con melancolía que «nada es como tendría que haber sido», antes de reconocer los daños del regreso recurrente e inesquivable, porque «en Olleir la memoria se agría».

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DIARIO DE LEÓN, en el suplemento FILANDÓN, domingo 19 de marzo de 2017.
También aquí: http://www.diariodeleon.es/noticias/filandon/rebelde-postrado_1146347.html

Este cuento se ha acabado en el blog Tecla a tecla / verso a verso

XXXI

Nadie nos lo contó.
El mar no estaba allí y nunca era nuestro,
a lo mejor nos haría llorar el humo del aguzo.

La felicidad llegaba cerca de las ocho,
una mujer vestida de negro narra los trances
sin apenas hablar y sabe de tu biografía
fuliginosos temores.

Los desnevios, las niñas añiles.
La vaca de goma y el abuelo Miguel: al azar
abrazos de quien no podría verte.
Nadie nos explicó que fuera una farsa.

Pasó la tormenta como tren encantado,
me hice más niño, me sobró
la ceniza.

de «Fantasía del cuerpo postrado» (2006-2010)
en «Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014-1977» (Renacimiento 2015)

 

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Gracias, Mar. http://teclaateclaplacard.blogspot.com.es/2017/03/poema-xxxi-de-fantasia-del-cuerpo.html

Este cuento se ha acabado en El orden olvidado de las palabras 2

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LV

Acércate hasta tocarme, dice él.
La ventana entreabierta y el fantasma rubio
a estas horas ya no suele acudir.
Solamente el amor a los cuerpos inermes,
a los objetos penosos,
podría dar con tu boca en mi boca.

Acércate hasta escarnecerme un poco, cerca
de aquí vive el hombre inconsolable, su manía
consiste en gritar su congoja a los que pasan.
Cuéntame tu enredo desde que fuimos niños
que tiemblan.

Acércate hasta soñar entre caricia
y caricia que todo ha terminado.
Las palabras y el dolor, el asco y el frío
que hace cuando no enjugas mi frente.
Déjame, le dice, volver y decirlo.

 

de “Fantasía del cuerpo postrado” (Libros de Camparredonda, 2010)
en “Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014-1977” (Renacimiento, 2015)
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Gracias, Ángela. http://elordenolvidadodelaspalabras.blogspot.com.es/2017/02/lv-fantasia-del-cuerpo-postrado.html

Este cuento se ha acabado en Trianarts 7

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LOS QUE NO VOLVIERON

Se les vio llorar solo una vez desconsoladamente, lo mismo que chiquillas que temen ser decapitadas por el Hombre del saco y acaso de noche. De lejos nos traerían pájaros exóticos, jarrones con un levísimo mar encerrado, nombres sin rímel de mujer y terroríficas brújulas. Él recuerda el color de sus cabellos y la mugre de sus manos, la piedad de sus palabras al decirles adiós y alguna que otra breve extrañeza. Advertíamos cerca de sus cuerpos las botellas de orujo, pero también la renuncia, esa fiel abubilla que anida en la memoria de los ahogados y los tristes, y fingimos retenerlos allí sin rubor. No fue posible. Hoy, tal como se cuenta, descansan muy lejos de mí.

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De: «La casa vieja», 1999-2002
Recogido en: “Este cuento se ha acabado. Poesía reunida, 2014–1977”
Ed. Renacimiento 2015 ©
ISBN: 978-848472-544-2

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Gracias, Concha. http://trianarts.com/luis-miguel-rabanal-los-no-volvieron/#sthash.864ebsJg.dpbs

Este cuento se ha acabado en Elcuaderno

ElCuaderno_77
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EL ESPEJO Y LAS HORAS / Alberto R. Torices

El tiempo y la experiencia (es decir: el tiempo y el tiempo) dan forma y dirección a la escritura, que así deja de ser lanza que en su vuelo desgarra y se abre paso, para convertirse en romo cayado que nos soporta y acompaña. Toda escritura se perfecciona y consuma en ese recorrido, este movimiento de ida y vuelta: de la impaciencia a la calma, de la arrogancia a la humildad, del ruido al silencio; un ciclo que es el que completan el hombre y la mujer que escriben, que escribiendo se afirman y prolongan, se consuman y agotan. Arrojamos al mundo nuestra escritura y antes o después ella retorna a nosotros. Fiel más o menos, exacta más o menos: igual pero distinta, en fin, vuelve a esa mano que la lanzó y que en la espera ha aprendido a hacerse cuenco, a ser más amable y paciente y otras cosas.

«En el viejo camino de Curueña, justamente en medio de Montecorral, una mano que ahora amo y amé mucho, temblorosa aventará cenizas por la tarde».

Quien así habla —quien así habló hace años— recoge ahora las palabras que aventó y del arma hace soporte y compañía en su retorno a La casa vieja, ese lugar del que partió siendo otro y el mismo.

«Y si no, otro buen paraje podría ser a espaldas del abesedo, también allí el tiempo se consume con herrumbre y disciplina, lo mismo que este atardecer que sabe de ti porque no has llegado aún».

Estamos empeñados en creer que Luis Miguel Rabanal (Riello, León, 1957) ni ha llegado ni ha visto completado el vuelo de su obra, e igualmente sabemos que más voluminosa aún que su obra publicada es —atención, editores— su obra inédita. Pero hoy se cumplen en su trayectoria casi cuarenta años de andadura poética, y sobra el casi si contamos desde el verdadero comienzo de la escritura, desde que aquel serio adolescente estrenó El Cuaderno de sus “Anotaciones personales” apuntando:

«Nunca la luz se puso intensa como ahora
El cielo rompíase silencioso vagabundo
Las niñas salían de las escuelas y los maestros
Prorrumpían en grandes gritos […]»

Aquella luz hizo su recorrido y el poeta su vasto trabajo. Una y otro llegan hoy hasta nosotros adoptando la forma que el tiempo y la experiencia (es decir…) han querido darles. Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014-1977) compila los veintidós poemarios que el autor y/o la fortuna quisieron dar a imprenta, títulos que van desde aquel Variaciones, Total S. E. ú O., poemario autoeditado con el que Rabanal se presentó a sus veinte años, hasta Tres inhalaciones, que cierra provisionalmente la nómina. Insistamos: provisionalmente. Y entre uno y otro, obras de culto para algunos, títulos casi míticos para unos pocos entre los pocos, ediciones en muchos casos ya inencontrables que venían haciéndonos mucha falta. Hablamos de poemarios como el copioso y azul Palabras para Obdulia (1985):

«Pero hay muchachas que tuercen el destino de los colosos.
Muchachas de pulseras atroces como una porción de nube en cada ola minúscula, niñas como tú que rompen las delicias alojándose en las venas miserables del olvido […]»

o el delicado y ocre La memoria buscando sus disfraces (1986):

«Dentro de las casas se vacía la leña, y alguien,
acaso sea un hombre muy roto, remueve en sus manos
la furia del espejo y olvida las horas»

o el irreverente y muy rosa Libro de citas (1993):

«[…] una fresa es mi sexo y has de masticarla»

o el lluvioso y gris Cáncer de invierno (1998):

«[…] uno aprende a vivir con lo que guarda
de aquello que poseyó solo una tarde»

o el carmesí, el dolorido La última vez (2000):

«Mirar el tiempo que ha anudado mis piernas a la raíz sagrada del abismo, parece que fue ayer cuando era joven y me atrevía a insultar con voz de borracho al niño que pasaba y que era yo, aterido y necio»

o el transparente, el muy sobrecogedor Fantasía del cuerpo postrado (2010):

«Vuelve a avasallar el dolor, me suplica un recodo
soleado al fondo desganado de mi carne»

o el rojo y por ahora —por ahora— último Tres inhalaciones (2014):

«Hay días que, sin
los poetas, no tendrían remedio.
Los poetas benditos, los poetas malditos,
esos sí que experimentan unas ganas de morirse
locas».

El poeta ha hecho su recorrido (…) y nos invita a acompañarle en esta hora de desandar lo andado, de retorno al punto de partida, al re-encuentro de «la que falta» y de ese niño que «se acostumbra a ponerlo todo en orden», que «anota mentalmente recados», que «colecciona cartones de cerillas», que crece y «se hace más frágil» y besa el rostro de la madre «que regresa con los calderos del agua».
Faltaría colgar las acostumbradas etiquetas, doblar bien cada tránsito y cada declinación de esta poesía inmensa y guardarlos en sus casilleros correspondientes: poesía así o asá, poesía de esto o de lo otro. Pero no; que otros hagan el trabajo sucio, si se empeñan.
Sí queremos añadir, en cambio, que Luis Miguel Rabanal es poeta hasta su último átomo y que durante cuarenta años ha escrito su poesía como ha querido y donde ha podido, básicamente en los márgenes, que es donde están la tierra más fértil y los parajes más fragantes y bellos de transitar, esos por los que no suelen dejarse ver los mandarines del asunto, que viajan en carroza y sobre asfalto. Allá ellos, también. Que durante cuarenta años esta poesía haya sido más bien escasamente atendida podría ser lamentable, quizá. Que lo sea hoy ya sería otra cosa peor. Pero nuestra especie siempre ha padecido esta confusión, esta poca lucidez de arruinar lo mejor de sí misma.
Sea como fuere, y aunque algunos todavía no lo sepan, hoy estamos todos de enhorabuena. Celebremos lo que recién empieza,

«Porque gracias a ti, a lo que representa
tu esfuerzo por volver a paisajes
que ya han sido dichos, aguardo
un sórdido mañana, un después
que nos conduzca a ataduras mejores,
quizá raíces nuevas y hondas de tu boca,
ciudades que vislumbro penetradas
de aquello que fuera instinto fugaz
en burdeles de paso y normas que uno
no alcanza a comprender, como acariciar
frente a su cuerpo la estatura interminable
del adiós,
o se hará de noche pronto.
Porque pasan tus ojos y preguntan».

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Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014-1977)
Luis Miguel Rabanal • Editorial Renacimento, 2015

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Revista ELCUADERNO, Número 77, Tercera época, n.º 2, Segundo trimestre de 2016, Ediciones Trea, Gijón.

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Este cuento se ha acabado en Trianarts 6

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VÉRTIGOS

Nada de nostalgias, nada de presumir
sin querer abrir los párpados
que el tiempo es un viejo camión de la limpieza
que nos traslada a un pulcrísimo paraje
donde fuimos palmariamente tan dichosos.
Luego nos dejará tirados, no lo dudes,
a las puertas del hospital
sin nombre, alguien
coloca tu cuerpo desvanecido en la camilla.
Por haber llegado hasta aquí, por verte
desde una rendija que es una certeza,
por no ser más que tu amigo más odioso,
por lo que prefieras, anda,
te ofrezco este ramo de lirios del valle.
De noche el viento recorre con premura
el desván de nuestra casa,
se trata de vivir desalentado,
de escuchar las voces rasgadas de los niños
ahogándose de pena, desde su revelación
el mundo ha dejado de pertenecer
al tullido rey de su república.
Cuando el verano termina por abrir
sus ventanas para que la noche refresque
y confunda al deseo, acabas
tu vaso largo de vodka.
Aquel camión fantasma del principio
carga con tus huesos.
Verás que está pautado,
como si el que tiene que volver se tocara
sin ningún comedimiento el bello sexo abrupto.
Solo unas consultas,
quién te trajo a este lugar,
quién cuidará de ti cuando no estés.

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De: “Música para torpes” – 2012
Recogido en: “Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014–1977”
Ed. Renacimiento 2015 ©
ISBN: 978-848472-544-2

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Gracias, Concha. http://trianarts.com/luis-miguel-rabanal-vertigos/#sthash.5QzUkcY1.PnIwxbtk.dpbs

Este cuento se ha acabado en Crónicas para decorar un vacío

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OSCURA PALABRA

El poeta ha terminado por hoy su ingrata tarea.
Apaga el monitor y recoge el teclado una vez más, como si la vida
se le fuese en este acto, aparentemente, conciliador y errabundo.
Después lava bien sus manos y se consagra para cualquier misterio,
apostar a las clínicas con alguien, recalentar la homelette, llamar
a la cuñada por su nombre y esas placenteras costumbres
con que nos defiende la bruja piruja de la edad.
El tiempo ha jugado con él una nueva partida y le estremece saber
que el poema ha supuesto una denodada derrota,
también una extraña luz cediendo su lugar a las señoras, algo que
tiene que ver con la sustancia de su despojamiento grande.
El poeta decide ahora cuál va a ser su siguiente mirada,
y toma en silencio sus verdes pastillas y se alegra de verse desnudo
ante un espejo que, lo mismo que él, está roto y no existe.
Esto es desesperarse, se dice con ganas de pelea
en tanto contempla, admirado, manchados de semen, sus disquetes,
los crueles borradores de una semana y donde habla,
tan mudo, no de amor o del deseo de un martes vergonzoso,
sino del pasado que regresa y lo confunde con su voz afelpada,
y asimismo del cuerpo que no tiene y es una bonita frustración.
Ya es el dueño de su propio destino y tras sus pasos que nadie reconoce
se ha topado con un filón de desgracias: la inaudita nieve cubriendo sus ojos,
su mujer cerrándole, también, los ojos porque ya se ha hecho de noche,
la casa con sus ojos cerrados pues todos han venido a despedirse.
«Ayer me sometía a una boca rica de muchacha temblorosa y hoy, ya lo ves,
tengo la somera impresión de que nada poseo, nada, nada, carajo».
El poeta no sabe qué hacer con los versos escritos
y hay bolas de papel atrancando las puertas, no está en sus cabales.

«Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014-1977)», Editorial Renacimiento, Sevilla 2015

leo a Luis Miguel Rabanal y pienso que:

el poeta es arqueólogo de sí mismo y ha de ser, pues su ser es el camino, y llegar a un origen común, un sustrato al que sólo el filósofo y el poeta están capacitados para llegar a él e intentar interpretarlo, que nos nutre y a la vez trasciende, y que hemos enterrado bajo palabras huecas… pues el poeta tiene siempre presente eso que ya decía el gran escarbador de la conciencia que fue Philip K Dick:

“la herramienta básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras” y controlando “el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usarlas”

y el poeta sabe, por ciencia siempre infusa, que hemos de rellenar las palabras de nuevo… ese es el trabajo del poeta, el que nos recuerda que una vez la inmortalidad fue nuestra y a ello siempre aspira el poeta…

al dar luz a oscuras palabras
que contienen todos los colores.

Pienso que el poeta, al suicidarse en el espejo y romperlo, ve por un instante sus miles de rostros que caen a conformar otro estrato en donde queda registrada la primera voz que no es de nadie pero que la reclama, declama y proclama, sólo quienes poseen la palabra que busca, como espermatozoide, fecundar las mentes de sus lectores…

y aquel que no se atreve a romper ese espejo aun en no existencia, que diría algún otro, es mi parecer que no ha de llamarse poeta, pues quizá intuye estos versos del propio LM Rabanal:

Quién te iba a decir que la negra luz del espejo roto
podría abofetearte ahora mismo con solo quererlo.

Y se sabe sin gónadas para adentrarse en esos oscuros terrenos, alejados de los flases y de la gloria de persiana que cae sobre este mundo de apariencias, apto para virtualizarse en cualquier ismo disolutorio, pues sólo es una antena de repetición, antena pop, de palabras huecas, contaminantes, palabras cuescos, ecos virales ya sin posible contexto, sin sangre, descarnadas, publicitarias, manipuladas, aptas para el simulacro, palabras de bot, vacías, insisto,

palabra de pop

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Gracias, Alfonso. http://elbluesdeluzazul.blogspot.com.es/2016/06/oscura-palabraluis-miguel-rabanal.html

Este cuento se ha acabado en Trianarts 5

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DONDE TODO TERMINA

Abrir las manos y tropezarse con los gatos de caolín
que atrapan la noche. Dejarse
llevar por la marea que puede destruirte
al lado de los prados, en los embalses sucios que poseen
su peor turbulencia, arrasando la niñez y los robles.
O morir, pero contigo.
En ese interludio que respiran nuestros besos: la muerte
carece de mirada cuando desnudo tu saliva,
cuando tu cuerpo deja extendido
su trecho en las alfombras, al norte de los labios.

Donde todo termina, el amor, los goznes
de las nubes, el amor vuelto al revés
por muchachas intemporales y grises y otoño.

Donde permaneceremos nosotros
sedientos de estuarios, afincados en la tarde
más rota que
pudo ofrecernos la ternura, el pasar los arroyos, los barcos
malheridos por un vértigo cualquiera.

Y yo nunca sabré escribir en otro cuerpo.

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De: “La memoria buscando sus disfraces” – 1986
Recogido en: “Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014–1977)»
Ed. Renacimiento 2015 ©
ISBN: 978-848472-544-2
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Gracias, Concha. http://trianarts.com/luis-miguel-rabanal-donde-todo-termina/#sthash.UlBnlnP7.ssCiuVZ1.dpbs

Este cuento se ha acabado en la revista Leer

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RABANAL:  RIGOR,  TRAGEDIA  Y  HUMOR / ALBERTO  R.  TORICES

Hace cuarenta años hilaba sus primeros versos un joven que poco después se presentaría con un poemario de título a la vez enigmático y revelador: Variaciones, Total S.E. ú O. Cuatro décadas y muchos libros más tarde, y acaso completando el ciclo de las variaciones ejecutadas en torno a los temas entonces elegidos («Amor, Soledad, Muerte y Asuntos Parejos»), vemos reunida la summa de la poesía de aquel muchacho, Luis Miguel Rabanal, autor nacido en la montaña leonesa en 1957.

Un gran ciclo poético se cierra sin que ello suponga necesariamente un punto final, pero sí es momento de ver reconocida la figura y la obra de uno de los poetas españoles más importantes de nuestro tiempo. Miembro de la dispar generación que llenó de aires nuevos el panorama poético español de los 80 (entre los que también se contaban Luis Martínez de Merlo, Juan Carlos Mestre, Tomás Sánchez Santiago, Blanca Andreu y tantos otros), Rabanal se dio a conocer con poemarios que aunaban temática amorosa e imaginería surrealista, una decidida voluntad de experimentación no reñida con el apego a los orígenes y a su entorno rural. Con los años, esas marcas se fueron sedimentando y dieron paso a una poesía intensa y depurada, tanto como extensa y doliente; poesía rigurosa y trágica de un autor acosado por la enfermedad y la pérdida progresiva de la movilidad, que nunca abandonó sus temas (amor, soledad…) ni renunció a impregnar su poesía de ironía y humor, y que verso a verso nos ha ido dando la medida exacta de ese misterio irresoluble que es vivir.

Hasta Tres inhalaciones (2014), son veintidós los títulos que Rabanal ha publicado y que, llegada la hora de hacer balance y rendir cuentas, ha querido disponer en el orden inverso al de su aparición, un gesto en el que advertimos el itinerario de una relectura personal y quizá también una voluntad de retorno al punto de partida, una vez cumplida la tarea que este poeta echó sobre sus hombros.

Sabemos, con todo, que la poesía reunida (publicada) de este autor no es más que la parte visible de todo su trabajo, y que son muchos más los poemarios que permanecen inéditos en el cajón. Por eso y por la feliz noticia de un volumen de referencia llamado a instalarse y perdurar entre las obras fundamentales de nuestra poesía reciente, esperamos que Este cuento se ha acabado sea, muy al contrario, un cuento que ya no se acabe nunca.

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«Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014-1977)»
Luis Miguel Rabanal
Editorial Renacimiento • Colección Calle del Aire, 134 • Sevilla 2015 • 774 págs  35 €

Este cuento se portada

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LEER, n.º 270, marzo 2016, Madrid.

Presentación en Barcelona de Este cuento se ha acabado

Cortesía de Pere Salinas
Cortesía de Pere Salinas

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Mañana, viernes, a las 18 h. y organizado por El Laberinto de Ariadna, tendrá lugar en el Aula de los Escritores de la ACEC. Ateneo Barcelonés, c/ Canuda, 6 – 5ª planta, la presentación, a cargo de Elías Gorostiaga, del libro Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014-1977), publicado por la editorial Renacimiento. Queda terminantemente prohibido arrojar tomates.

Este cuento se ha acabado en Trianarts 4

Este cuento se portada

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LA NIÑEZ QUE IGNORAS

Di que las eras de Riello
cubrían tu niñez de colores
posibles, de pelotas de goma
con que triunfar una tarde
de sol.
Di que perdiste en su seno
los años execrables, los años
que no cesan jamás de narrar
su exacta lejanía,
que ganaste amargura.
Di que sí, que el tiempo
reconoció tu otro cuerpo
prestado a los héroes de papel
y de nieve, que ahora
resulta que no eres tú
de ningún modo quien fuiste.
Di también que ha pasado
casi ya todo.

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De “Diez poemas para leer (y amar) detrás de los saúcos” – 1990
Recogido en “Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014 – 1977”
Ed. Renacimiento 2015 ©
ISBN: 978-848472-544-2

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Gracias, Concha. http://trianarts.com/luis-miguel-rabanal-la-ninez-que-ignoras/

Entrevista en La Crítica de León

La crítica de León portada 2

Uno escribe poesía porque es la manera más extraña de (des) entenderse para seguir estando vivo.

El arte de la poesía, de la literatura que tanto une a los seres humanos más allá de sus personales circunstancias, que permite en su esencia la cercanía entre autor y lector, nos faculta hoy, prescindiendo la presencia física, a entrevistar a Luis Miguel Rabanal, autor leones afincado en Asturias, y creador de Olleir, uno de los muchos territorios poéticos en que se desenvuelve su obra y que a tantos nos ha acercado a su referente físico geográfico.

¿Desde la distancia, a qué cree que se debe esta efervescencia literaria, poética, que actualmente se da en León?

-La ciudad de León, si la memoria no me falla, ya gozaba de una vida literaria más que estupenda a mediados de los años 70 y hasta 1979, que es cuando yo viví, escribí, trabajé y demás asuntos por allí. Ha pasado el tiempo y compruebo que aquella actividad no ha mermado, solo que algunos de los mayores se han tenido que marchar y han llegado otros con diversas maneras de enfrentarse al hecho creativo, a su exposición y representación ante el posible público interesado. Leteo, Vinalia, Dolores de poesía en los bares, Ágora, Pasquines… Y una lástima aquel viejo proyecto, abortado por el PP, de “León, ciudad literaria”.

¿Cuándo comenzó a escribir?

-Fue en el instituto Padre Isla, en clase de COU, justo ahora hace algo más de cuarenta años. Por aquel entonces lo mío era el fútbol, entrenar y jugar y entrenar, pero un buen día tomé la libreta de anillas y, ay madre, lo que vino a continuación. En realidad todo se trataba de algún tipo de emulación. Mi compañero Miguel Ángel Llamazares, si no recuerdo mal su nombre y apellido, escribía unos poemas de amor la mar de entretenidos. Por qué no probar yo, me dije.

¿Cuál fue su primer obra?, ¿cuál su última?

-Un libro amarillo e infumable titulado “Variaciones. Total S. E. u O.”. Edición de autor —una y no más—, se imprimió horriblemente, aunque supongo que no fue culpa de nadie sino mía, en la Imprenta Casado. Aquello sucedió en el verano de 1977. “Tres inhalaciones”, mi último libro, salió en la editorial Amargord, inaugurando nueva colección, el año pasado. No obstante, unos meses atrás se publica en Renacimiento “Este cuento se ha acabado. Poesía reunida (2014-1977)”, con frontispicio de Antonio Gamoneda, prólogo de Tomás Sánchez Santiago y epílogo de MJ Romero, que abarca los dos libros anteriormente citados y el resto de libros y cuadernos aparecidos en ese largo-largo período temporal.

¿Qué siente con respecto al conjunto de su obra?

-Buena pregunta. En un principio apuntaría el pudor, el inmenso pudor. Con esa cantidad de libros amalgamados ahí, en un volumen, el gordito azul ese, uno siente algo similar a la vergüenza: aquel título de poema, este verso, aquella imagen, señor, señor, cuántas, cuántas tonterías. Luego uno, más pausadamente, recapacita y hasta se alegra, no sé de qué, pero se alegra.

¿Tiene nombre el paraíso?, ¿y el infierno?

-Olleir, naturalmente, es mi “paraíso” inalcanzable, pues los paraísos cercanos, los que se consiguen tocar y hollar asiduamente, no son tales sino mera certidumbre pegajosa, y no es por envidia. Respecto al infierno no dispongo en este preciso instante de demasiados datos para nombrar lo estúpido o lo ajeno de esa religión tan extraña para mí. Bien, el verdadero infierno asumo que incluso podría llevar conviviendo con él unos dieciocho años aproximadamente. Y tan campantes.

¿La Poesía es goce, dolor o resistencia?

-La poesía es celebración pero también pudiera ser el mayor acto de cobardía que se conoce: escribir para que el poderoso se jacte de ello, de la enormidad y belleza de su poder. No tengo muy claro las utilidades, al día de hoy, de la poesía. Sí recuerdo cómo se generaba el acto creativo antaño, cuando empezaba a dar los primeros pasos en aquel mundo de escribir renglones como versos, o cuando ya había publicado los primeros libros y seguía sin ningún tipo de certezas. Claro que la poesía es goce, maravilla, desposesión, pasmo. Por otro lado, del dolor no es posible entresacar más que miserias y miserias, el lugar común de la intemperie. Pero sí, el poema, en según qué coyunturas, es lúcido y nos consuela con su inmediata determinación.

¿Una recomendación a los jóvenes escritores?

-Qué otra recomendación hacerles sino que lean, lean y lean. Y que escriban hasta la extenuación, o casi. Tiempo habrá más adelante para exacerbar su capacidad de sonrojo y tomar medidas oportunas al respecto. Creo que era San Cosme, o si no sería San Damián, supongo, quien aseveraba que la virtud no tiene razón de ser cuando no la meneamos lo suficiente por ahí. Pues eso, de menearla se trata, de escribir como si fuese el último borrador. De clavar en el poema el corazón de quien más se reconoce en lo distinto.

Sus poemas son borbotones de vida vivida, deseada, anhelada. Dada su circunstancia personal, ¿cómo es su conexión con el mundo? ¿cómo su mirada?

-Lo malo, o no tan malo, de llevar tantos años escribiendo y borrando y volviendo a escribir es que ya estás acostumbrado a manejar el interruptor de la escritura y de la rabia. Has sabido diferenciar la experiencia personal del personaje soso que creas a diario para engañar tu incapacidad para el ocultamiento. En cuanto a mi conexión con el mundo, creo haberlo dejado escrito en alguna otra ocasión, es esta pantalla a la que ahora mismo estoy dictando palabras y toses y palabras mientras Musina me mira desde la CPU, no sé si medio sorprendida o mondándose de risa. Internet, Facebook, el blogín Más palabras para olvidar, así vamos tirando.

¿De verdad “Este cuento se ha acabado”?

-“Ese” cuento por supuesto que se ha acabado. Concluyó una época amplia de escritura y de publicaciones, publicaciones por lo demás inencontrables. Hubo un cansancio y un momento de decir basta, o hasta luego. No intervine yo solo en ese apaciguamiento, que conste. ¿Que si vendrán más libros? Me imagino que sí, pero a saber.

Por último, ¿nos regala una metáfora?

-Matar el tiempo matar el tiempo matar el tiempo matar el tiempo.
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LA CRÍTICA DE LEÓN, n.º 2, enero de 2016, León. En la sección Escritores de León fuera del circuito… oficial. También en EL PERIÓDICO DE CASTILLA Y LEÓN.
En digital aquí:
http://www.lacriticadeleon.com/noticia/484/cultura/escritores-de-leon-fuera-del-circuito…-oficial-2.html
http://elperiodicodecastillayleon.com/noticia/2016-01-08-luis-miguel-rabanal-uno-escribe-poesia-porque-es-manera-mas-extrana-des-entenderse-seguir-estando-vivo-319

Un poema en Radio Vitoria

— En la voz de Patricia Furlong.

 

ESTACIÓN DE AUTOBUSES

En el dorso de la mano
camaleones que desisten de satisfacer
la pereza. Un terrón de azúcar
para mirarte a escondidas al bajar
con los ojos resecos
hundidos
del coche de línea.

Ciudad para las úlceras.
Ciudad inclemente
que tarda en advertir la presencia
de quien anota el segundo estertor
a las 10:11 en la pizarra.

Si quisiéramos desmoronar
el olvido y absolver a quien se enojó
con nosotros, si pretendes
hacer como que concluye
lo desconfiado con ella, nadie
va a llamarte cobarde.

En el dorso de la mano
precipicios añiles
que presumimos
allí.

de «A la que falta» (Origami, 2013)
en «Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014-1977 (Renacimiento, 2015)

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