Poesía en el CCAI

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El próximo viernes 8 de junio tendrá lugar en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón, de la mano de Julio Obeso, la lectura por parte de los poetas Antonio Merayo, Francisco Álvarez Velasco, Nieves de la Riva y Ricardo Pochtar de «Tres Inhalaciones», libro inédito de un servidor.

A la salida, como es habitual en este tipo de actos, será de obligatorio cumplimiento bailar en los pasillos bachata hasta muy tarde.
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Prueba de voz

 

Bien bueno de R un existen regular de momento no eso todavía no ascendente tenerla dormir y Querétaro siquiera aparece como dictando todo lo que te estoy diciendo más o menos pero acoge a su manera igualmente al menos interrumpe bueno pago no da reparo (casas espera le parece que anteayer llovió nombre a aquí también ayer y hoy lo un poco esa noche de lo provocado buen no nos podemos dejar en su estudio) sobre todo lo anterior que sólo más peligrosos de un vídeo que mandó Ana de grupúsculos, está completamente tirado muchas que le dará de comer de fuerza cuando siempre y cuando no devore el papel que no le haga algo al artista mirar en mi cabeza mejor pueda siempre se las tan se la están dando los abuelos desatan gritando a los a ver si ahora tenemos. Si se nombre de su padre que ya ya en esta inestabilidad en tradicional de treinta y uno mismo en sus poesía es lo que queremos a lo los más de su los últimos malestares se fueron no quedan restos de quienes sí amado de cuanto al otro día de ayer siguió hoy que el viernes el miércoles o el que se le había dicho a mediano no los había se ve que estuvo siguiendo el antivirus paso por Valeriano se lo dijo el informante romper con los reclamantes y me lo dijo todas las frases como veremos sin noventa y ocho lo que yo me acordaba que se haya muerto la y hoy es como mal menor respiro cuando murió, halló ningún yo tengo la hija en tal nombre de la costa del trabajo decirle algo en privado entre el nuevo llegó sin previo ama mi hija sigo no se denominaba en la foto que tengo de exactamente igual, me levanté más pequeños de que contrario a los que me dicen que quieren ser enemigos que os digo que si no me nada tiene en su hermanita mientras muchacha vamos a ver si la prosperidad nos mala cosa sólo para urgencias me gusta, con no puedo compartir cosas suyas entre la.
 
Que tanto en las de dos soles así empleo y aquí requiere siempre bueno si aquí se hombre como se nota aquel otro trabajamos persiana pero no tanto dos en— las presiones poco de luz todavía no se que esta noche lo un poco pero luego todo el día si todo el día en lo esa noche pero lo coticen fiebre muy poco cosa y no podría todo muy guapo era tuya la niebla entra en hora del día más de noche caía. Pues nada para muy bien las tan dulce entonces.

Sales

 

Amenazan con inmolarse en medio de la sala, revocan su tormento con tiza y considerable docilidad, parece que de un momento a otro se vislumbrará, como mínimo, la cólera. Seguramente están aquí para pensarlo, cómo será su cuerpo ahora que ya ha sido detallado, cómo serán sus besos sin abrirlos del todo. Se arrojan los unos a los otros vasos de tinta, de carmín y lejía,  conejitos de peluche, testigos muchas veces de su ardor y su lástima, cuadernos de blanda escritura, medias con carreras de cristal. No prolongarán más el esmero y depositan allí su desgana, no haré más lo que te complace, ni cerraré mi puerta por la noche cuando más cordial es la tempestad ululante, le propone, no les viene bien la hora y se enfurecen como chiquillos persiguiendo a una sacavera con gula. Cómo es la noche, cómo es la travesía infatigable que desaparece ahora de su vista porque nada es como quisieran, el placer es lo que sobraba o su brebaje helado y esquivo, ya sabes por qué, como lo que no se ve nunca…

 

 

 

Se me rompieron las perlitas. Probablemente de tanto usarlas. Qué se le va a hacer.

 

 

Ramas

 

Quién diría la edad, la que vuelve de lejos a zarandear la risa, la edad más tierna. Así lo cuentan ellos: caminan por ahí, se presienten a lo lejos sus alpargatas sucias de soldados abatidos en un combate especialmente librado contra ellos, fragmentando la memoria como los muertos vuelven de groseras calumnias, inútilmente ya… Quién diría su edad, la que mejor dibujan sus labios, la que no dibujan sus labios si no es con brasas, con brasas de la fogarata que calcinará los sueños. Uno se imagina que no tardarán mucho en llegar hasta nosotros los gritos del dolor que reconoces de sobra, más fieras devoradas y expuestas al encono que otro poco y, además, el más manoseado olvido. Su voz comienza a ser disuelta por calimas, su voz se niega a desabrigarse. Que alguien nos enseñe cómo se pronuncia, esa música repugnante o sublime, ella en apuros, dando gusto a los otros, ya no. Que alguien nos lo enseñe, enfurecidos como están asustan sus palabras, puta vehemente de chocho delicado, vas a ver ahora.

 

Restos

 

Será más severo aún el daño, se rehace en un abrir y cerrar de ojos la melancolía y se posa sobre ti, no debes ser confuso. Será irremediable entonces haber sobrevivido contigo a desastres, la luz descomponiéndose más, el amor ya tergiversado para siempre por culpa de H., los pezones hurtados de quien se atreve a decir la verdad y a ser arrojado a la hoguera por ello. Hasta que suceda lo que más anhelabas, el cuerpo encerrado con el cuerpo que transige, al anochecer le contarás la oscura falacia de costumbre, el amor hecho a la sombra de alguien que regresa. Serás tú quien decida ahora el nombre del que ha de horadar el cuenco de tu vientre, oh magnífica sirena, volcarás sobre ella los deleites más inmundos. Lejos de aquí, le gritan. Si pudieses, si por lo menos te fuera recíproca su sed y le entregaras, al fin y al cabo, tu propia indiferencia, el esplendor de la piel marchita cuando no amanece nunca y no es que importe demasiado, de verdad. Sonríe, como si estuvieras prisionera de un príncipe no tan malo y, por supuesto, no te apeteciese más huir. No estás, no estás.

 

Vértigos

 

Con las ropas de otros se ha quitado la trenca deprisa, toma sus lápices de colores para recuperar diagramas no visibles del todo, el rostro que ha dado la vuelta para mirarlo venir, temblorosas las manos y el tiempo infinitamente hallado y perdido. Ya tarda sin embargo y la lluvia aborrece. En el camino saborean la depravación: la mojigata salda en un descuido la catedral oscura, se escuchan más y más los ruidos, ajenos todavía, del desamor y de la fatua conquista. Con las ropas de otros se adorna de damisela que le ha sido imposible ser pródiga, el muchacho se cree el único protagonista de la ficción, se enoja cuando le buscan similitudes con la muerte, no tiene el más mínimo sentido. Se le ve a G. sudando y contando sin parar los aparejos de la mutilación, ha sido él, manifestaba su desdén por la noche. Es la calle de la Sal o del Adiós o algo así. Cuando aparezca ya será tarde, es largo casi su deseo o le atenaza la voz un difícil acertijo. No podrá levantarse jamás.

 

Sílabas

 

Dijeron todo cuanto había que decir en determinada turbación, los labios muy cerca, no querrían perderse el más sabroso de los segundos así. La entrega inmediata, la posesión sin siquiera separarse los unos de los otros los muslos tan tibios. Que nadie viene a socorrerlo ni a aturdir sus sentidos con frugalidad o penuria, que no se le ocurra abrir la boca ahora: te devolveré las sortijas, le narra al oído, compraré para ti otro universo que te quede más flojo, jamás te haré sangre cuando vaya a cerrarte los párpados con infinito terror, es que no consigo enmendarlo y me da mucho gusto. ¿Quién colocará a partir de hoy tus misterios sobre la tela usada? Han entregado su nombre y esperan oír lo bien que les sienta el disfraz, se miran perplejos el sexo fláccido, cuentan con hazañas indescriptibles para sosegar al más incontinente, no quieren tener que abrazarla. ¿Qué se te ofrece a ti en tal o cual enterramiento, tan poca sumisión para tanta algarabía, si nadie te ha buscado? Pasan las horas igual que torcaces, al niño de ayer le chorrean las lágrimas y no hay mejillas que enjugar, obséquiale de nuevo con tu amor, ya ya, mas quién se percata.

 

 

Taras

 

A la de cierta muchacha se parece tu sonrisa de ahora. Cuando más imperiosa es la longitud que media entre el sufrimiento y la desazón que suscita la mirada desconcertada o tétrica, bla, bla. No debes de ser tú la que retorna del mundo perfecto, ese caos inmediato que serena tu carne afanosamente lo mismo que una piedra arrojada por el niño inexorable, el último niño que te dio las gracias por subirle al tren en las costillas. A cierta muchacha te pareces, réproba. Todo lo demás está ausente. El sonido que apenas se percibe, el dolor, que nadie lo remedia tampoco hoy a este paso, la felicidad transeúnte, la última vez que le respondiste al pasar te venero. Ni siquiera se produce cerca del corazón inquieto la misma incertidumbre, siempre con una redondez inusual en la voz que él no recuerda, así tendría que ser el deseo que falta: un monte encadenado que no importa quemar como si fuese el día de los desequilibrios y la noche de los huérfanos. Qué horror.

 

Trasgos

 

El paseante de la colina advierte: no canturrees cuando ella no está, frota sus manos con discreción pero no te envalentones en el intervalo previo a que haya caído, casi casi derrotada, en tu mediocre y singular amnesia. La polla de S. cumple con lo estipulado, se afana contigo, debe ahora ser verdad que has muerto con ella al venir de otro arrobo, vístete mas hazlo sin ti. Ella se enternece, si supiera que no han llegado aún al tiempo prescrito, la noche atroz de los jabalíes, en suspense el hambre del que manosea su estigma mejor. El paseante de la colina advierte: no estés desprevenido, vigila tu flanco porque es siniestro y su cara y ciertos artilugios que emplea a tus espaldas se asemejan al monstruo de las cuatro. Sonríen, se arrancan los cabellos, se descalzan acaso, se bañan sin luz en la luz indeseable del arroyo. Energúmenos, caracoles con la niña, etcétera…

 

 

Besos

 

 

Crece la bruma, no habrá lugar para ti cuando le ofrezcas tu cuerpo, no hay distancia que arrojar a quien debe indagarlo. Ella respira, se le corrige hoy de modo diferente y le cuesta soportar su agotadora alegría, ella respira, es cierto, y corta las flores necesarias para no derramar superfluamente el asma. Igual que F., con rudeza, abriendo las venas y mirando con desarreglados ojos los aviones atravesar su alborozo. A veces suple las palabras con más palabras disparatadas, tú no valdrías, le sonsaca, ya basta de pronombres que hieren más que tu silencio, no es siquiera el azar. Ella, sin embargo, respira: no nos importa su semblante adusto, aclaran, no nos vale de nada su temeridad ahora que ya no la amamos. Cuando quiera acordar inundará la lluvia su tristeza con manos extendidas robadas al pordiosero. De nuevo un golpe, son pisadas irreconocibles que suben hasta la casa, nardos nardos nardos nardos, son inseguras y a la vez acierta su amenaza con uñas afiladas. Y nadie es testigo.

 

 

Focos

 

 

Música antigua para tu dolor. Confuso remedio con que mitigar el gemido, vas a denostar a quien sujetó tu cara en el minuto apropiado, llorabas sin fin. Al amanecer, y por enésima vez, cuando más sangrante es la espera, tienes que desplegar tus muslos para que sea él quien vocalice el sufrimiento, no habrá más manos que las suyas cuando estanques en tu corazón el titubeo y si no, duerme junto a tus muñecas de hule la resaca. Música antigua e inocua mientras no digas el color infausto de tus ojos, sin lágrimas ya, sin nada que ver cuando lo esperabas tanto, lo mismo que ellos. ¿No será quien no imaginas el que sorbe sin levantar sospechas de tus senos? ¿Amará contigo lo que más enrojece? Y por último, ¿serás feliz así, con las vísceras tachadas por dos o tres tritones? Leche de almendras y libros de Faulkner hasta tu retorno.

 

 

Chicas a las 11

 

 

Han sido muchos años como para no agradecérselo sinceramente. Desde agosto de 2000 hasta el pasado 8 de agosto, de lunes a viernes y a las 11, una trabajadora llegaba a nuestra casa para darme el Colacao, asearme y levantarme: vago que es uno. Los Servicios Sociales, a través de la empresa ASER, siempre cumplieron con lo que de ellos se esperaba. O casi siempre. Hasta hace unos días, ya digo. La razón, una de las contradicciones de la Ley de Dependencia. Pero simplezas aparte, manifestar que atrás quedaron horas y horas en compañía de Pili la nuestra, de Pili Pacios, de Ana, de Isabel, de Lourdes, de Juani. Sin olvidar a quienes cubrían sus ausencias y sus vacaciones, como Alma, Marisa, Dioni, Monse, Leni, María Jesús, Esperanza, Irene… Y, cómo no, recordar desde aquí a Ana Isabel la pequeña, a Manolita, a Lucía, a Ana Isabel la no tan pequeña, las encargadas en estos últimos meses de levantarme por la tarde: vago que sigue siendo uno también a esas horas. Y al practicante Ramón, todo un gran descubrimiento. Fueron no pocas las anécdotas, los chistes que nos hicieron llorar de risa, las buenas caras y las menos buenas, los sofocos en el baño, los problemas personales que me confiaron, así, como quien no quiere la cosa, las rencillas y trifulcas corporativas con que tuvimos que lidiar, las cagarnias. Coño, si me hubiese esmerado lo suficiente creo que hasta habría aprendido a pescar salmón desde la cama. Eso sí, que no se diga, jamás antes de las 11.

 

 

 

Trazas

 

 

A lo peor no es él todavía y espera saber a quién espera el muchacho teñido de rubio. Desde tu voz todo se vislumbra, el mar carece de tiempo, desde tu voz todo se convierte en mohín reiterado. Van a venir en tu socorro, te darán placer. No obstante te entregas a una nueva sumisión, el odio estraga cualquier promesa que tengas que recordar. Ayer la niebla rodeaba tus rodillas con ahínco. A lo peor no hay manera de que sea él el que debe disfrutarte. A lo peor nos dice palabras que semejan ser algún engaño y no son más que bollos para mojar en la leche, historias de santas y de santos, muchachas en cuclillas. Cree en el humo. Imagínate que nadie está contigo, sin embargo te pertenece su bondad, o su amargor. Sin apenas quererlo ya te has marchado, lo mismo que todos, y fustigas las sienes con fiebre porque es un cuerpo aterrado también el que escruta tus caricias horrendas, el que no está. Apiádate de mí, te contesta sin desprecio.

 

 

Conos

 

 

Alguien camina cerca de ella como si se tratase de un aparecido cruel, alguien suplanta en su sonrisa el amor. ¿No somos nosotros quienes deberíamos apurar su secreto?, le inquieren. Ella querría atravesarte los ojos con leznas suaves. Ella borrará de sus venas cualquier semejanza con aquel hombre que todo lo eternizaba debajo de su plenitud torpe. Alguien, no obstante, se acerca hasta ella. Celebrarás su vulva, estiman que su piel encierra el mapa del tesoro, lo inflama con suma timidez de inmediato. Come de su boca. Sucede a menudo que nadie ha recordado lo más imprescindible, el vestido que cuelga sobre un verde denigrante, la ropa interior que se ha lavado, y para colmo de ofensas se hacía sin ton ni son la noche. Ofrécele también un precio sublime por no cansarse contigo, dile que la quieres sin que te dé pavor. No es más que su otro nombre, el de los oficios imposibles. Obdulia se estremece.