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Pero tarde o temprano, el niño acaba, el día, los ojos claros
también acaban. Termina el oro de la infancia,
¿y qué queda? Lo opaco, el niño estulto,
la soledad frente a los otros, las palabras perdidas,
el arrepentimiento en las iglesias.
Se ve llorar al niño sin objeto, lacerarse, pensar
que su familia nunca le ha enseñado
una sola verdad, que todo ha sido
un sueño triste entre murallas.
La soledad termina en desamparo
ante todas las puertas, en todos los caminos.
El niño sufre inútilmente y su alma
se llena de preguntas.
Las mejores familias también nos traen a veces
estos lodos.
de «Estar contigo», Provincia, León 1973
PARA ESTE OTOÑO SÚBITO
Ha muerto, está la losa confirmando
su descenso al infierno, un largo epílogo
de ávidos bisturíes y transfusiones.
Mas no bajan con él los días aciagos
y un espejo prolonga su adversa simetría
sobre el país inerme.
No ha acabado el eclipse. El dolor sigue,
la noche sigue proponiendo al aire
proyectos infinitos que ya apenas perturban
porque se abandonaron: hoy devienen
derrotada memoria de una herida
que no defiende nadie.
Ahora, en la incertidumbre de esta muerte,
contemplo a solas una luz difusa,
cada vez más lejana. Hay en las playas
pura lluvia sin fin, y en los caminos
igual desesperanza, más árboles sin vida
para este otoño súbito.
de “Primer y último oficio”, Provincia, León 1979
Carlos Sahagún
(1938-2015)