Entrevista en el blog Fisiología de lo cotidiano

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LUIS MIGUEL RABANAL. LA BUENA POESÍA.
Por Jorge Herrería Franco

«De un solo amanecer se ha de reconstruir la infancia» LMR.

Olleir es un lugar donde todas las cosas devienen como consecuencia natural del tiempo. Como consecuencia también de sí mismo, Olleir –o mejor dicho, Riello- se convierte en la tierra natal de nuestro querido poeta Luis Miguel Rabanal, y no solo en su tierra natal, sino en sus paisajes más evocadores, un lugar donde la inspiración no se disfraza ni se anda con medias tintas, como Luis Miguel, y la ubicuidad del silencio se concentra solamente en los puntos y aparte.

En Riello, León, nace Rabanal un 20 de marzo en 1957. Su espíritu inquieto y su alma inconformista lo llevan a querer prender fuego, al menos eso confiesa, a las diversas instituciones religiosas donde estudió. Con posterioridad, se dedicó a luchar contra el tiempo escribiendo.

No me equivoco si afirmo que su obra, más allá de ser extensa por mero intento de sobresalir, lo es por el simple motivo de que escribir le otorga la vida, porque la palabra escrita es su arma y la poesía su medio. Con veintidos títulos de poesía en su haber (entre edición digital y en papel), se ha consagrado como uno de los poetas contemporáneos de culto españoles, que para muchos –como este servidor-, no es sólo un ejemplo de humildad y belleza, sino que también transmuta en orgullo.

Su obra poética no supone únicamente un intento de escapar del miedo, de mutilar al tiempo o de reposar las escamas del silencio; sino, más bien, un canto vitalista a la niñez, un beso dulce en la frente a la memoria, galvanizando los pesares –es cierto-, pero que con la más cruda de las sinceridades nos desvela sus fantasías. Títulos como Cáncer de invierno, Fantasía del cuerpo postrado o Mortajas, nos hacen conscientes del filo dentado de la vida cuando amenazaba, si podemos recordarlo, con ir en serio.

Elogio del proxeneta –artefacto rosa y narrativo como lo califica él-, y Casicuentos para acariciar a un niño que bosteza componen su obra narrativa. En ambos títulos, el tiempo como hilo conductor de un fino collar de perlas, las experiencias, las transiciones. Se oyen los ecos de una voz rotunda y virtuosa, la vejez, las nostalgias y el fantasma del pasado que se atañe a nuestras cabezas con tesón, “Ignoro cuanto ocurre alrededor, el nombre del amanecer, las brasas del tiempo.”

El viaje de Luis Miguel por los paisajes de Olleir nos transmuta, nos desprendemos de las pieles grises y secas de la arquitectura literaria para centrarnos en el corazón de unas palabras consabidas, dichas de un modo que nos resultan casi proféticas. Una vida vivida con intensidad y una silla de compañera. Rabanal escribe y guillotina las construcciones de la conciencia y rebusca, remete los dedos en la llaga del espanto y del temblor, para que aprendamos, posiblemente, a respetarlo como a la muerte.

En una ocasión le pedí –a sabiendas de que no le gustan las entrevistas- que respondiese a dos preguntas para todos nosotros, sus lectores, a lo que se prestó amablemente.

Mi persona: Qué supone el deshojarse en ese otoño, la pérdida y el despojo de lo accesorio -lo juvenil- en ese eterno paso del tiempo. Qué supone para ti el comprender que tu vida es esto y no más. Qué supone la madurez, cuántas cosas han de cambiar.

Luis Miguel: A un poeta que tengo un poquitín tratado, me imagino que algo parecido les ocurrirá a los repartidores de butano y a las ya no tan bellas tonadilleras y a los empleados de banca, claro, y a los trapecistas y a las muy fieles servidoras del orden incluso, el deshojarse en ese otoño, como tú apuntas, no le supone más que saber que definitivamente se ha conseguido un punto bastante raro de equilibrio, que no es mucho saber que digamos. La edad, o el intríngulis que encierra la edad, la edad denominada «madura» para más inri, no va a cansarse nunca de repetirnos idéntica cantinela: lo andado hasta aquí andado está y a partir de ahora ya iremos viendo. Por otro lado, la vida no es que tenga el sentido que algunos quieren imponer a fuerza de sobresaltos y decretos, no para mí al menos. Desde mi silla (ella y yo) vamos por libre, que es una forma un tanto incómoda de expresar que no nos movemos en absoluto…

Mi persona: Por qué nos resulta tan dolorosa esa despedida de la infancia, de los tiempos inocentes. Por qué es tan necesaria la soledad cuando decides poner el punto a la juventud y hacerte hombre.

Luis Miguel: En lo que a mí respecta, aún no ha llegado ningún tipo de despedida de la infancia, que yo sepa, y tampoco se confía en que la vaya a haber en las próximas semanas. Acaso porque de tanto abusar de la susodicha, quiero decir, de tanto tirar de ella en mis textos una y otra vez, me he acostumbrado muy ricamente a sobrevivir con la lejana y maravillosa compañía literaria de aquellos años, con su memoria. Cierto que la juventud no es únicamente la ausencia de juicio más ingenioso que se conoce sino también un campo de maniobras perfecto (padecí el servicio militar en Sevilla, en el RACA 14) para irse haciendo uno a la idea de adulto que aguarda con paciencia exagerada comprobar los daños colaterales. Pero qué leches, siempre habrá más adelante tiempo para cualquier cosa. Aconsejo a los jóvenes que tarden cuanto más mejor en abandonar el territorio. Es curioso, recuerdo que cuando tenía 10 años deseaba fervientemente tener 20, cuando cumplí los 20 deseaba seguir con 20 otros 20 años para darme cuenta, a los 40, que ya estaba todo o casi todo más que cumplido. ¿Que qué significa lo anterior? Ni zorra…

Cierto es que Luis Miguel Rabanal, luchador, pensador y escritor ante todo –amigo también- tiene la capacidad de devolvernos con sus letras a la realidad que habitamos, incluso si cabe, a la suya propia –aunque sólo la atisbemos por un agujerito- como un mito que escapa a su presión psicológica. Bien merecida tiene esa calle, Calle del poeta Luis Miguel Rabanal en Riello –o en Olleir-, que le concedieron el lunes 8 de Agosto de 2011, y bien merecido tiene el afecto, el respeto y la admiración de todos aquellos que sabemos apreciar su obra; y que, más allá de sus palabras, apreciamos su persona y la guardamos dentro de nuestro pecho, como un regalo del destino.

I

Yo tuve mi cuerpo encadenado una vez
a la probabilidad de ser angosto,
escasamente numerable y oportuno, fui de súbito
alguien que responde a las preguntas más brutales
con el recuerdo de los días dulces, esos que acontecen
lo mismo que un fulgor nos quemará en la boca.
Pensaba en las palabras asombradas
que el atardecer hacía huir con su chaqueta beige
y bajo los árboles ascendía un musgo amarillento y triste,
una forma más de la pereza,
el cisne muerto de ojos devastados.
Yo siempre creí en mi propia desolación
y habitaba un mundo descompuesto, mostrándome
su sangre o su miseria y construyendo con mis manos
todavía páginas sin rencor repletas de ternura,
pero lo que fue entonces veredicto horroroso
de las noches casi bárbaras
hoy ya ha sido disuelto en el vodka taciturno
de ciertas muchachas amigas de su placer si pasa.
A menudo me digo que enfermar es hermoso.
Quiero ahora encontrar la senda que borró la bruma
de todos los lugares que amaba, el amor
hecho de pie detrás de las casonas como un susto
y al aproximarse a mí su rostro el humo lo desplazaba
a la soledad,
al desmayo de saberse ya empedernido y roto.
Mis brazos también buscaban la saciedad
para vencer las ansias de vivir al margen de la vida,
y crecí dentro de ese engaño.

(Cáncer de invierno, Provincia, León 1998; Premio PROVINCIA)

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Gracias, Jorge. http://jorgeherreria.blogspot.com.es/2015/01/luis-miguel-rabanal-la-buena-poesia.html?spref=fb

Carta de Elvira Daudet

EL HOMBRE DESPOJADO

Es joven, tiene un cuerpo entrenado en las tareas cotidianas de la vida, en los dulces rituales del deseo. Está desbordado de amor por dos mujeres, su esposa y su madre. Además, tiene una amante, apenas clandestina pues presume de ella con sus amigos, con la que practica el amor libre: la poesía. Tiene un talento brillante, un montón de proyectos e ilusiones, esperanzas, muchas esperanzas. Lo tiene todo, cuando una estúpida caída en el pasillo de casa le rompe. ¿O fue un dios demente quien se ensañó con él, como con los héroes de las tragedias griegas, para arrebatarle cuanto tenía?

¿Se atreverá el poeta algún día a escribir cómo fue su estancia, su doloroso trayecto por el vasto territorio del infierno? Quién, que no sea él, podría imaginar siquiera el sufrimiento de sus noches, el despojamiento en vida de su cuerpo joven, el humillante sometimiento al cuerpo nuevo que no reconoce, Prometeo encadenado a un cuerpo inerte que es su tortura. Quién podría asomarse a la desgarradora ruptura del que fue, el que escogió y se llevó a la boca los mejores frutos del huerto, y el que es ahora, el hombre que le odia porque gozó los placeres de la vida de forma casi inconsciente, dejando al recién llegado sin nada, sólo con un tibio rencor. Tal vez un día, quién puede saberlo si él no se decide a contarlo, tuvo la percepción de que su joven cuerpo, instrumento del amor y sus delicias, se alejaba de sí, de que se le escapaba hasta dejarle abandonado en un terreno de nadie, lejos del tacto de la carne amada, de las caricias de su madre, de su hijo. Todo perdido. Todo no, para su mayor tortura le quedó el cerebro, perfectamente engrasado y a punto, aislado como un brillo de la desgastada patena de la iglesia, un punto de luz sobre la torre esquelética de un faro alumbrando la inmensidad del mar, donde resonaban en las noches interminables los ecos implacables de la memoria.

“Aléjate de mí, execrable / memoria, muchacho sin figura”

LA POESÍA SALVADORA

Y entonces, como en los cuentos milagreros que nadie cree, pero que alguna vez suceden para salvarnos en los momentos de mayor desolación, su amante juvenil le dio la mano y le condujo volando a Riello, el protector territorio de su infancia, a reencontrarse con la vida en su intacto esplendor. Quien conozca la poesía de Luis Miguel Rabanal no dudará ya nunca del milagro de las palabras.

Después de Mortajas, el libro más estremecedor del s. XX, en el que Rabanal expone su poética de la desesperación con una sutil frialdad fúnebre que traspasa al lector y le deja congelada la entraña, cabe preguntarse si ¿el libro de su infierno sería necesario? Probablemente no, porque es difícil alcanzar cotas más altas en el dolor humano y la excelencia poética de Mortajas, cuya desnuda verdad nos enfrenta al lado pavoroso de nuestra propia miseria y desvalimiento. Sin embargo, en mi humilde opinión, lo que está claro es que sería un libro único y sanador.

Elvira Daudet

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Mortajas escan

Mortajas en Trianarts 2

Mortajas escan
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Llueve inmensamente,
como en los días útiles.
Cuando el desamparo era
inmisericorde y te amaban sin fin.

Grabaste el sonido en tu corazón
de las horas mojadas.

Confunde el dolor números tediosos.
Recuerdos de recuerdos.
Nadie ha llegado aún
a entorpecer tus hábitos,
remover el cuerpo para no mancar
lo invisible.

Malditas palabras.

De «Mortajas» (Eolas, 2009)

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Gracias, Concha. http://trianarts.com/luis-miguel-rabanal-llueve-inmensamente/

Mortajas en Trianarts

Mortajas escan
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Me creo sus motivos,
igual que se olvidan las semanas
que disolvió la llovizna.
Con no mucha dulzura.

Seré el mismo que caminaba
los mismos territorios,
de puntillas y de la mano de ella.

Apenas un vestigio del fresco
de la tarde, de las gotas
blancas en el rostro con rubor.
Me creo todavía el placer que me da.

En su mundo dislocado
nada es igual, conozco bien el musgo
prendido en sus cabellos.

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Gracias, Concha. http://trianarts.com/luis-miguel-rabanal-me-creo-sus-motivos/

En Poesíamovimientoperpetuo

Mortajas escan

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A la voz errada del que mira
no le falta arena,
guarda silencio quien más sufre
como si tuviese calentura.
Cuenta al revés sus pasos.

A las horas sin fin
les puede el sueño, ella
se acuclilla para disponerlo todo.
Se hicieron los domingos
para escuchar su trémula voz.
Y las noches impúdicas.

El que se marcha
y el que jamás se marcha.

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Aquí. Gracias, Francisco.

La ventana que se cierra…

Mortajas escan

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La ventana que se cierra
a lo oscuro,
el revuelo de gaviotas.

El pésimo humor del que grita.
Nada que valga de su asco,
abre las venas sin querer
al pesar solamente.

Si la mirada acudiese de lejos,
si todavía creyera en trasgos
que hacen difícil
crecer y ser hombre.

Es sagrado el momento.
Carece de importancia lo demás
que se oculta.

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De «Mortajas», Eolas Ediciones, León 2010. Ilustraciones de Amancio González. Prólogo de Tomás Sánchez Santiago.

Mortajas con la voz (a mí debida)

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También aquí. Y en «Escrito en Olleir».

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Se suceden siempre los días
con desgana y ruidos,
aquí ha olvidado ya su traje inútil.
Quién será el mínimo culpable
de tanto desamor.

En Olleir, casi con seguridad,
las llamas.
Recuerda personas que no hubo,
la muñeca de hule
o la muchacha invisible.

Le crece el tiempo
sobre las rodillas, unta con betún
la exagerada tristeza.
Ella lo abraza y todo ha terminado.

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Después de cada ritual…


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Después de cada ritual
me abandona, no sin antes
embellecer la cuenca de mis ojos.
Los días de fiesta me lastima
con tópicos amarillos y amargura.

No quiero vivir.
Sin embargo cuando le parece
levanta mi espalda que se ahoga
de súbito, ya ha probado
mi carne una vez.
Pesadillas del que conoce
el final.

Baja de su nube, empuja
las ruedas de mi silla a la orilla
de todo, el azar que se hace
resbaladizo sin mí.
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«Mortajas», Eolas Ediciones, Colección Seinne, León 2009. Con ilustraciones de Amancio González. (Premio Libro Leonés 2009)
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Mortajas, Premio Libro Leonés 2009

Reseña de Mortajas

 

Diario de León-Filandón

La mirada del que regresa sobre los ojos blancos

30/05/2010 JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ

 

Mortajas

Luis Miguel Rabanal. Dibujos de Amancio González. Prólogo de T. Sánchez Santiago. Ed. EOLAS, León, 2009. 94 pp.

 

Si en libros anteriores, Cáncer de invierno (1998) y La última vez (2000), Luis Miguel Rabanal ahondaba en el dolor, la memoria y la muerte, en Mortajas continúa centrado, con mayor densidad si cabe, en esa amarga problemática vital. El título es inequívoco en tal sentido. Pero antes digamos que, publicado por la editorial leonesa EOLAS, el poemario es hermoso como objeto: los poemas de Rabanal van acompañados de un prólogo lleno de entendimiento y lucidez de Tomás Sánchez Santiago cuya lectura evitaría esta reseña, y de dibujos de Amancio, siluetas, perfiles, esbozos de figuras que, sin repetirlos, acompasan el sentimiento de dolor y vacío que respiran los poemas, también siluetas de un poema mayor, fragmentos de dolor y de vacío también, la maldición de un cuerpo abocado a la fiebre, al sufrimiento, a la enfermedad y la muerte, sin que la evocación de la infancia asociada al nombre ya mítico de Olleir (en el que se sitúan otros, como Montecorral y Valdeluna) palie el sentimiento amargo de la desdicha y el dolor. Palabra escueta es, en efecto, la del Rabanal último, porque el dolor no necesita ruido. Poemas breves, porque el dolor no necesita narración: un dolor siempre a la expectativa de lo que llega para marcarlo con el fuego de la fiebre, el acabamiento o la figuración de la muerte. Tampoco es fácil de expresar el sentimiento del dolor: se vive más que se dice. De ahí que los poemas sean elusivos. Más allá de las palabras del poeta, la perplejidad del lector.

 

En libros de años anteriores, Olleir representaba un espacio de vida gozosa posible. En Mortajas no: «el légamo miserable de la niñez» no es ya un alivio. El poeta pone freno a cualquier deriva sentimental. Si hay alguna es hacia una presencia silenciosa, «ella», que representa el amor, la ternura, el cuidado, el abrazo, la espera, la compañía: «salvo ella, no hay nadie».

 

La voz de Rabanal sobrecoge porque parece salir de la boca de alguien innominado que nos habla en tercera persona de una realidad que no sólo atañe al sujeto, pues da cuenta, en último extremo, de la zozobra del vivir, del dolor sin motivo y sin alivio.

 

 

 

-En Facebook.

 

Mortajas en Archipiélago Avilés 2

 

Fernando, en esta ocasión con un poema. Gracias.

 

 

jueves 29 de abril de 2010

 

Hace poco comentaba mis impresiones sobre Mortajas, aquí os dejo un poema de Luis Miguel Rabanal escogido al azar, con su correspondiente ilustración (si te apetece verla, clic).

 

 

 

Vienen y se van

como las tinieblas

y la enfermedad que no te concernía.

Historias sutiles de desprecios.

 

La dulce proporción de amor

y tristeza, tus pasos atenuados

por el gigante rubio del otoño.

Con solicitud te señala

el sexo dentro de su boca.

 

Vienen y se van

vencejos laboriosos,

te pones colorado cuando gritas

para inventar palabras.

 

 

Publicado por Fernando del Busto en 18:26   Etiquetas: Poema

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Mortajas en Archipiélago Avilés

 

¿Desgracia para mí? Qué va. Si mi vida es una juerga tras otra… No obstante si lo dice Fernando, bien dicho está.

 

 

domingo 25 de abril de 2010

Notario del dolor

 

Mortajas (Eolas Ediciones) es el nuevo libro de Luis Miguel Rabanal, el segundo que ve editado este año en el que, además, acaba de salir una tercera publicación (Fantasía del cuerpo postrado en una bellísima edición de la que, espero, poder escribir más adelante).

La obra se estructura en tres bloques con un idéntico título: palabras para olvidar, como si tratase de subrayar un mismo mensaje a pesar de que la voz poética cambiase. En esta entrega, Rabanal mantiene su vocación de notario del dolor presente en todos sus libros. Unos ven la vida con música de vals y otros escuchan permanentemente un réquiem. Entre estos últimos se encuentra Luis Miguel Rabanal, que ve la vida como una experiencia dolorosa, amarga, sin esperanza. Es, desde luego, una desgracia para él, pero los lectores nos encontramos con otra joyita de esa poesía del dolor que, espero, algún día tenga el reconocimiento que se merece.

El libro cuenta, además, con 39 dibujos de Amancio González, cada uno realizado después de la lectura del libro y que completan la edición. El goce, para el lector, es mayor que puede escoger entre la lectura de la poesía y también comprobar el diálogo entre los dibujos de González y Rabanal.

 

Publicado por Fernando del Busto en 11:02   Etiquetas: Libros

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Mortajas con Asperezas

 

Muchas gracias, entre otras cosas, por colgar estos dos poemas en tu casa, Pepe.

Aquí y aquí.

 

 

 

lunes 5 de abril de 2010

MORTAJAS DE LUIS MIGUEL RABANAL

 

 

Dejar a un lado

los remedios del exceso,

las llagas menos soportables

y la inquina.

 

Atesorar en la casa vieja

los recuerdos perdidos

y la salud de hierro.

Se cree el muchacho príncipe

en su vulva.

 

Abandonarlo todo.

Despreciar a quien te amó

denodadamente una mañana,

él aún reconoce a ciegas

la verdadera piel y su peligro.

 

 

Publicado por pepe pereza en 00:12 

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martes 13 de abril de 2010

POEMA DE LUIS MIGUEL RABANAL

 

 

En cada uno de sus gestos

la barbarie.

Se habituó al insulto, le cuentan

las veces que ha roto el cristal.

 

En añicos señala el rostro

del que huye,

debería  acorralado.

Lo que más le gusta

es toser y temblar y toser.

 

Parches para mitigar el dolor,

parches para soportar

la vida.

 

 

Poemas extraídos de Mortajas

Eolas Ediciones (Colección Seinne)

http://luismiguelrabanal.spaces.live.com

 

 

Publicado por pepe pereza en 00:04 

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