La ciudad era una fiesta como un parís sin fecha en celuloide
una tartana fuera de su tiempo
los habitantes ya escaseaban entonces
no mendigues fuera de tu calle
rezaba en un cartel del antiguo consistorio
donde ellos mendigaban ladraban los perros callejeros
sin cesar y hambrientos
algún buitre llegado del bosque más próximo sobrevolaba sus piezas
ya habían pasado las bicicletas hacia la playa
y no circulaban por la calzada principal tranvías amarillos
las salas de juego situadas en las esquinas de las calles estaban cerradas
y sin música llamativa hacia el silencio de los jugadores compulsivos
el regidor seguía sentado bajo los soportales
casi ciego
como una estatua
leal en su vejez a la ciudad de piedra.

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Del inédito «La donna del claqué».

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