El cementerio donde florece carne
huele a los pasos húmedos del que se acerca.
Se mira en el rostro que el hombre intuye,
en las imágenes a él erigidas.
No llora, no sonríe.
Gravita en el éxtasis que lleva a todos los descensos.
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Son las once de la noche.
Es el momento de vomitar la porción de las horas
sobre las llamas
y arrojar lo incierto en el regazo de las tres concubinas.
Dejaré bajo la cama el candil
y me arrastraré a oscuras
por donde las fieras enseñan las fauces,
por donde el Ángel abre los ojos.
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Seres que se rinden a los esclavos,
en el formol de la muerte,
diluyen la tonadilla.
Seres que se tallan en el índice
una cruz:
Siempre hambriento,
el enemigo se esconde en el pabellón de la tropa.
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Evelyn de Lezcano, «De los que nadie habla», Edit. Huerga y Fierro, Madrid 2015